lunes, 13 de junio de 2011

Tengo prisa, Cap. 3


Un... dos... tres...


Llegaba a nueve y sonreía, era su media semanal.


Yo se que luego salía a la calle pensando cuál era su

camino exacto y hablaba a la gente casi preguntándoselo. A veces de tanto girarse a saludar, se mareaba. A mí me hacía feliz observar cuando la chica de rojo se quedaba quieta un instante, se retocaba el pelo y metía la mano en su bolsillo.



¿acaso es esta mi gran vocación?


... Podría adivinar que era eso lo que pensaba cuando se quedaba tan absorta, pero un complot de voces en susurro distorsionaban su respuesta y la bifurcaban a un gris 80% que mareaba a cualquiera, entonces simulaba ser como los demás y daba los buenos días sin esfuerzo. Así acumulaba socios y conversaciones sin sentido, formularios a medias, respuestas innecesarias y una excesiva complacencia de la que no hacía alarde, mientras se dejaba perder un rato más en su mundo.



En aquel paradigma que bien parecía un instante fotográfico, hubo quien se quedó mirándola casi más de lo debido.



...La chica de rojo aún no se había dado cuenta, pero había una mujer que no paraba de echarle el ojo.

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